La provincia de Quispicanchi, cuyo significado quechua es el de
“lugar brillante”, es una de las regiones cusqueñas más ricas en historia y
geografía, ya que reune a la sierra y a la Amazonía. Sus trece distritos, vale
decir, Urcos, Huaro, Calca, Cusipata, Lucre, Marcapata, Quiquijana, Ocongate,
Oropesa, Ccatca, Camanti, Ccarhuayo y Andahuaylillas, encierran una diversidad
de restos de los períodos incaico y virreinal de visita obligatoria. Así por
ejemplo, en Lucre podemos descubrir las ruinas de Pikillacta, que acusan la
presencia de la culturas Wari e Inca en esta parte del Cusco. También en Lucre,
los incas construyeron unas imponentes portadas de piedra, conocidas en la
actualidad como Rumicolca. Finalmente, dentro de la época de hegemonía incaica,
los andenes y murallas de Tipón, constituyen uno de los conjuntos históricos
más importantes de la provincia. Durante el virreinato, en Quispicanchi
florecieron las artes plásticas de un barroco recargado, dirigidas a la
ornamentación de templos, especialmente los de Huaro y Andahuaylillas, y cuya
finalidad era la evangelización de los indios a través de las imágenes. Se sabe
que la mayoría de sus habitantes participó de las rebeliones de José Gabriel
Condorcanqui “Túpac Amaru” (1780-1781) y la de Mateo Pumacahua (1814-1815). Ya
constituída la República, el libertador Simón Bolívar reconoció a Quispicanchi
su categoría de provincia, en honor al patriotismo y arrojo de su gente.
La capital y su iglesia.- El
distrito de Urcos, la capital de la provincia de Quispicanchi es una pequeña y
acogedora localidad rodeada de montañas, a 3,175 m.s.n.m. El pueblo de Urcos
está estratégicamente ubicado, pues a través de él confluyen caminos
procedentes del Cuzco y de la selva amazónica. Su plaza mayor permite dar una
mirada panorámica a la urbe. Los edificios locales son, por lo general, de dos
plantas y de techo de tejas a dos aguas. En Urcos llama la atención su templo
principal, especialmente por su hermosa portada con tres arcos de medio punto
de ladrillo, los que son sostenidos por columnas dóricas. En la parte superior
de la fachada, desde donde se evangelizaba a los indígenas, se puede observar
cinco más del mismo material y con el mismo tipo de soporte. Al lado izquierdo
se levanta el campanario de piedra, el mismo que ostenta ocho ventanales de
piedra. El interior es de una sola nave y su altar de moderna factura presenta
una imagen de Cristo crucificado. En sus paredes laterales podemos descubrir
oleos de la Escuela Cusqueña, cuyos temas se relacionan con el culto mariano.